sábado, noviembre 29

Hambre - Ensayo

Es terrible observar el hambre que padecen los seres humanos, pensar que nosotros lo tenemos casi todo. La única cosa que le podríamos envidiar a los seres humanos es que tienen una duración y nosotros somos eternos, pensar que ellos quisieran tener vida eterna en la Tierra, ¿y para qué? ¿Para ver cómo se mueren sus seres queridos y cómo acumulan decepciones a lo largo de sus vidas? Son verdaderas máquinas perfectas, hechas a semejanza de nuestro Señor, y son las criaturas más amadas por Él, aún cuando se alejen de Él a sabiendas de que lo que hacen está mal.

El mundo es un lugar terrible, como es Satanás quien reina sobre él, todas las cosas de este mundo le pertenecen, de alguna u otra forma siempre va a intentar que los seres humanos no se acerquen a Dios. Yo recuerdo todavía a Jesús, cuando llevaba cuarenta días caminando en el desierto y tenía hambre, Satanás le tentó diciendo que "si eres Hijo de Dios, dí a esta piedra que se convierta en pan", y Él con sabiduría le respondió que "escrito está: no sólo de pan vivirá el hombre sino de toda palabra de Dios". ¡Cuánta sabiduría hay en esas palabras! Me encantaría que los seres humanos también quisieran tomar esa sabiduría tan hermosa, aquella que es más preciosa que el diamante y mejor inversión que el oro. El ser humano tiene un hambre terrible de cosas materiales, en algunos casos deja de vivir para conseguirlas y tener una imagen de opulencia, sin embargo, ¿de qué le sirve a un hombre vestirse con adornos ostentosos si en su corazón está vacío? ¿de qué le sirve a un hombre preocuparse más de la cuenta por las cosas perecederas y quedar debiéndole a su corazón? Es cierto que hay que satisfacer el hambre que tenemos en su justa medida, pero es más importante alimentar el corazón porque es donde habita Dios.

Muchos caen con la primera tentación, algunos ni siquiera se resisten y otros terminan cediendo a los intereses del mundo, perdiéndose en el camino. Sin embargo, aquellos que son capaces de prosperar, enfrentan luego el problema de la ambición de poder. Ese mismo día, en el desierto, Satanás le mostró desde un monte todos los reinos de la tierra, la grandeza de éstos y le dijo "a ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada y a quien quiero la doy. Si tú, postrado, me adorares, todos serán tuyos"... ¡qué tentación más difícil si le tocase a un ser humano! Le estaba dando las llaves del mundo, el poder de todos los reinos y la supuesta grandeza de estos imperios, pero no le mostraba tampoco las carencias de sus habitantes, ni las numerosas guerras que formaron a tales pueblos, es decir, sólo le mostró lo relativamente bueno del regalo. Para nuestro alivio, Jesús no tenía hambre de poder y le dijo "vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás". Sin embargo, hay pocos seres humanos que podrían actuar como Jesús, la gran mayoría piensa en sí mismos, en figurar para tener protagonismo en algo y no darle cabida al resto de las personas, así como también ese gusto por sentirse superiores y poder mandar, esa capacidad de líder mal usada, usada para su propia conveniencia y no para el bienestar de sus pares.

El Espíritu llevó a Jesús a Jerusalén, le puso sobre el pináculo del Templo y Satanás le dijo "si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo, porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden; y, en las manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra". Realmente Satanás es muy orgulloso, no le basta con tentar al Hijo de Dios sino que más encima usa su propia palabra para tentarlo, Jesús con justa razón le responde "Dicho está: no tentarás al Señor tu Dios". El orgullo es probablemente la tentación más difícil de vencer, en especial para aquellas personas exitosas, prósperas, que bien pueden pensar que no le deben nada a nadie.

El ser humano está hecho para recibir, tiene hambre de cosas materiales, de cosas espirituales, a veces tiene hambre de poder, y tiene hambre de recibir elogios, sin embargo, no tiene hambre por dar, no tiene hambre por servir a los demás, no tiene hambre por menguar para que sus pares se sientan realizados. ¿Cómo puede vencer el señor estas tentaciones si está concebido para recibir? Siendo personas humildes de corazón, porque éstos no tendrán nunca hambre de cosas materiales ni hambre de poder, tampoco sentirán orgullo ni creerán que son superiores a los demás, porque comprenden que la riqueza de la vida está en vivirla con Dios, y en amar al prójimo.

Ariel Cruz Pizarro - 30/11/2008

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