Espacio multi-temático donde se abarcan problemáticas chilenas, tópicos relacionados con el transporte, comentarios personales de películas o libros, reflexiones bíblicas y escritos personales
sábado, abril 20
Lo que se calla
Recuerdo que ese día, me quedaste mirando y con ese impulso dulce-agresivo tan característico tuyo, me empujaste contra el puente, jugaste a rozar mis labios, quizá pensando en cómo podría torturarme esa espera entre la intención y la acción, quizá pensando en cómo autotorturarse con esa ruleta rusa sexual, reíste cuando mordiste mis labios y decías: "no puedes ni aguantarte", jugabas a correr la cara, a hacerte la difícil, a coquetear. Cuando me apretaste contra esos fierros y me besaste cariñosa, juguetona pero también apasionadamente, envolviste una de mis aprehensiones, la tomaste con tus manos y la lanzaste puente abajo.
...
sábado, abril 13
Una foto emocionante: El tren del mineral de hierro de mina El Romeral
Cuando era pequeño, mi familia solía vacacionar en Coquimbo. Todos los años íbamos sagradamente a ver pasar este tren, que en ese tiempo tenía otros colores. Fue uno de los recuerdos más bonitos de mi infancia y una de las razones por las que me agradan los trenes.
Por eso, este verano al volver, mi gran desafío era poder capturarlo. Estudié los rincones de La Serena y Coquimbo, me dediqué a ver fotografías y videos para inmortalizarlo en el mejor de los lugares, como debe ser.
El día que dediqué a esta hermosa tarea, estuve tres horas esperándolo cerca del mall de La Serena y me aburrí, tomé un bus para dirigirme más al sur (a Coquimbo) y el bendito/desgraciado tren pasó. De todas formas no me lamenté mucho, ¿cómo no iba a poder pillarlo alguna vez?
Llegué a Sindempart, un vecindario del sur de Coquimbo donde alojábamos, aproveché de revivir momentos de infancia, de intentar recordar, caminé por la playa de La Herradura, la cual no pisaba desde hace 10 años, anduve por Guayacán y vi que habían cambiado las cosas, ahora estaba más bonito y la curva de la línea del tren no estaba tan despejada.
Caminé por la avenida principal, pensando en que el tren iba a tardarse otras 3 horas en pasar, me quedé en un mirador descansando, estaba paveando cuando lo vi venir.
¡No tienen idea cómo me hirvió la sangre apenas lo vi! Estaba en el mirador y tenía pocos segundos para pensar. ¿Alcanzo a bajar o no? ¿Sí, no, no sé? ¡Intenta! Corrí como nunca, la emoción me impulsaba, sentí mis pies volando mientras iba a admirar el tren.
Configuré la cámara corriendo, el balance de blancos, la compensación, me detuve y se me hizo eterno ese lapso de 2 segundos para tomarle la foto. El maquinista saludó y yo pude respirar tranquilo, ¡por fin saldé esta deuda que tenía conmigo mismo!.
Por eso, este verano al volver, mi gran desafío era poder capturarlo. Estudié los rincones de La Serena y Coquimbo, me dediqué a ver fotografías y videos para inmortalizarlo en el mejor de los lugares, como debe ser.
El día que dediqué a esta hermosa tarea, estuve tres horas esperándolo cerca del mall de La Serena y me aburrí, tomé un bus para dirigirme más al sur (a Coquimbo) y el bendito/desgraciado tren pasó. De todas formas no me lamenté mucho, ¿cómo no iba a poder pillarlo alguna vez?
Llegué a Sindempart, un vecindario del sur de Coquimbo donde alojábamos, aproveché de revivir momentos de infancia, de intentar recordar, caminé por la playa de La Herradura, la cual no pisaba desde hace 10 años, anduve por Guayacán y vi que habían cambiado las cosas, ahora estaba más bonito y la curva de la línea del tren no estaba tan despejada.
Caminé por la avenida principal, pensando en que el tren iba a tardarse otras 3 horas en pasar, me quedé en un mirador descansando, estaba paveando cuando lo vi venir.
¡No tienen idea cómo me hirvió la sangre apenas lo vi! Estaba en el mirador y tenía pocos segundos para pensar. ¿Alcanzo a bajar o no? ¿Sí, no, no sé? ¡Intenta! Corrí como nunca, la emoción me impulsaba, sentí mis pies volando mientras iba a admirar el tren.
Configuré la cámara corriendo, el balance de blancos, la compensación, me detuve y se me hizo eterno ese lapso de 2 segundos para tomarle la foto. El maquinista saludó y yo pude respirar tranquilo, ¡por fin saldé esta deuda que tenía conmigo mismo!.
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