martes, octubre 18

Buses quemados, la intransigencia y la necesidad

Hoy quemaron un bus del Transantiago -presumiblemente una 104- cerca de mi facultad. Hace años, probablemente hubiese estado despotricando contra los vándalos, pero hoy mi realidad y mi forma de ver las cosas ha cambiado -y puede que a futuro lo vea también con otros ojos-. En realidad, son sentimientos encontrados. Por una parte, aunque ese bus es de mi recorrido, no me pertenece, es de una empresa. Esa mentira que le han intentado meter a la gente de que son "sus buses" yo no me la trago, nunca han sido míos, nunca han sido siquiera cuidados pensando en mí, esos buses simplemente existen, son un instrumento para llegar a casa, ni más, ni menos.

La otra parte, evidentemente más humana, se entristece por la maldad de los vándalos. El hecho de que el bus no me importe, no implica que pase por alto este punto. Porque, además de las justificaciones que se pueden hacer para el grupo de personas que se expresa mediante la violencia debido a su marginación -ya sea voluntaria, como forzada- de la sociedad en que vivimos; el hecho de destruir por destruir, de quemar por quemar y llamar la atención, me parece patético. Para algunos será romántico, para otros será una forma de expresión, para mí es exponerse demasiado a costo de nada. ¿Es realmente necesario quemar un bus para llamar la atención? No, eso responde el cuestionamiento y hace notar que el precio/costo de quemarlo es mucho mayor que el de no hacerlo.

Prosigo ahora con el punto que quería tocar, el de la palabra intransigencia. ¿Cuántas veces han usado esta palabra los medios de comunicación? ¿Cuál es el propósito de la misma? Claramente, hacer ver que en el gallito que se juega entre el Gobierno y los estudiantes, los últimos pecan de intransigentes, de no querer ceder. Pero, ¿qué clase de negociación se puede hacer si uno dice A y el otro dice B? ¿Qué clase de mesa de diálogo querían hacer si uno plantea mantener el sistema como está y dar más créditos, mientras que la otra desea una reforma completa y profunda, que por cierto me parece absolutamente necesaria como país?

El Gobierno peca de intransigente al no querer escuchar, al llevarnos a esta situación donde llevamos 5 meses sin clases, ¡casi medio año! Sin ir más lejos, muchas organizaciones como la OCDE han apoyado el movimiento estudiantil porque es algo de sentido común. ¿Qué se quiere de Chile como país? Que se desarrolle económicamente, que mejore sus problemas de desigualdad y que tenga estabilidad política. ¿Cómo se logra eso? Dando una mejor redistribución de ingresos gracias a la educación y a la oportuna intervención del Estado en ciertas materias, reformando nuestra institucionalidad para poder generar participación ciudadana real -he allí también la necesidad de una Asamblea Constituyente-, y claro, pudiendo invertir dinero en nuestros recursos para poder hacer una correcta explotación de los mismos.


Ya no se trata de un sueño, de una mera demanda política, o de un problema menor. Es una necesidad de país, que tiene que resolverse no lo antes posible, sino de la mejor manera posible, para que en un futuro nuestra educación pueda sustentar a las demás generaciones.


 Ariel Cruz Pizarro

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