viernes, julio 24

No están los que iban a estar - Reflexión

Hace días atrás no pensaba en nada, ni siquiera en las ya famosas micros que tanto se mueven en mi cabezita con sus patentes y sus ruedas voladoras, no, no había nada en mi cabeza, nada que remeciera esa siesta espiritual, ese "nada" tan vacío pero tan equilibrado. Con la llegada de estas vacaciones se rompió esa homeostasis falsa (entendiéndose "homeostasis" como equilibrio biológico), pues aunque biológicamente esté sano, yo no soy sólo cuerpo, también soy alma y espíritu.

Esa homeostasis se generó, en una primera instancia, para aislar la enorme carga que significa estar rodeado de gente que transgrede los esquemas a los que me acostumbré, idealistas que jamás podrán cambiar el status quo pero que están convencidos de poder hacerlo (y bueno, cada loco con su tema, yo los respeto), algunos incluso pensando en un mundo sin ley "porque la ley los limita", si bien es cierto que respeto sus posturas e intento entrometerme lo menos posible (pues claro, sería como pelea de cabro chico entre qué yoghurt es mejor, si el Soprole o el Nestlé, nunca habrá consenso), de todos modos, eso me genera rechazo, más que rechazo, es una carga para mí, una carga constante, pero que es posible llevar gracias al imponente.

Otro factor importante incidió en este vacío, el mes pasado me percaté de la soledad en la cual estaba incurriendo, recordé también que, a estas alturas del año pasado, pasé por lo mismo y nuevamente me vinieron episodios de no poder conciliar el sueño, e incluso tuve un amago de desmayo o baja de presión similar al comentado en otra entrada (véala aquí). De alguna forma, esa homeostasis falsa que es más una burbuja, vino a postergar aquellas interrogantes incisivas.

El vacío se quebró el otro día, cuando en la búsqueda de quebrar la soledad, toqué puertas de una amiga, y hallé que no estaba para mí. A modo de presentimiento, algo me hacía intuir que se repetiría con las demás personas, y los nombres que tenía por amistades, para pasar uno de mis días de estas cortas pero necesarias vacaciones, tendrían que ser tachados. Toqué una segunda puerta, y recibí un otro día tal vez. Ya en una última instancia, toqué la puerta de emergencia, esa que considero última instancia, aquella que nunca falla, y ni siquiera era para salir, sólo para saber si abriría, pero, por alguna coincidente razón, falló y no abrió.

A modo de hacer paralelo, a finales del año pasado, luego de terminar con las entrevistas, me pregunté si realmente tenía un amigo, de hecho cito la entrada del amago de desmayo anterior, pues desde ese entonces y antes se arrastraba el tema: "¿Qué amigos tengo? Los compañeros de mis otros colegios a los que yo llamaba amigos no eran tales, no porque no me tratasen como un amigo sino por cuestiones de química donde ahora no me cuadra la idea de que sean amigos de verdad -sí de nombre-, claro que hay excepciones como Graciela, Iván, Cristóbal, Diego Yañez, Juan González y paremos de contar. ¿Cada cuánto tiempo los veo? Los únicos a quienes veo son: Cristóbal (jugamos tenis y videojuegos en vacaciones), Diego (pasillos del IN, conversaciones) y Juan (invitaciones puntuales a jugar videojuegos). En el Instituto Nacional solamente puedo considerar a Bastián Gutiérrez, Nicolás Jiménez, Matías Ávila y un poquito más atrás Abrahan Novoa, el resto son sólo compañeros con excelentes relaciones. En otros cursos tengo a Benjamín Mejías y nada más." Caso aparte son Melissa y Claudia.

Antes del toque de la tercera puerta, sólo contaba como amigos verdaderos con los cuales se comparte más que un juego, a tres o cuatro personas (sí, y no toqué cuarta puerta pues estaba indispuesta). El resto, son excelentes personas con las cuales me llevo súper bien, donde hay química pero no hay trascendencia de secretos o mayor profundidad psicológica-espiritual.

Por eso, una vez cerrada la puerta de última instancia, aquella que consideraba infalible, concluí que todas las personas que me rodeaban, incluso las que en su momento consideré verdaderos amigos, por algún dejo de estar, por tiempo, por quizás qué razón, pasaron a ser como el resto, amigos de nombre, pero no verdaderos.

Me puse triste, en un principio, pues en todas las puertas que toqué hubo una respuesta negativa, algunas por circunstancias entendibles o indisposiciones, otras por querer no abrirlas, otras no las toqué pues no las consideré, la verdad poco importa qué motivó a que se cerraran las puertas, el punto es que ninguna abrió.

Leí Proverbios, rescaté varios versículos, siendo uno especial (17:17) el que decía "En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia". ¿Adónde quedaron los que iban a ser mis hermanos en la angustia? ¿Adónde se fueron los que siempre iban a estar? ¿Qué les pasó que me cerraron la puerta de golpe? (La pregunta ¿Por qué cuando alguien me necesita estoy y cuando yo necesito de alguien no están? ya me la hice hace muchos años y me la respondí, por esa misma razón no se repite aquí, es probable que otros sí se la hagan todavía).

Pasaron dos cosas, tras hacerme esas preguntas, la primera es que concluí que la amistad humana definida como "una relación de mutuo afecto, confianza y apego, en la cual uno se preocupa del otro en las dificultades, y celebra los triunfos en las victorias, donde siempre encontrarás respuesta y refugio", no siempre existe como tal (o todavía no la he encontrado) porque se da la paradoja que, cuando los necesitas, no están ya sea porque no pueden o porque no quieren. Pero a cambio de eso, sí existen personas que pueden actuar como verdaderos amigos en algún momento de la vida de uno, pero que eso no significa que siempre estarán ahí para uno.

Y lo segundo que concluí, y fue lo mejor, es que aunque uno no tenga verdaderos amigos en un momento determinado, aunque uno no encuentre a los que siempre iban a estar para que te escuchen y alivien tus cargas, sí hay uno que no falla, ése ... es Jesús, que me salvó de tener una noche triste, que me hizo olvidar las puertas cerradas, haciendo que el pensamiento de que el ser humano falla y, tal como falla en sus labores, también puede fallar en la amistad, pasara a un segundo plano, llenándome el vacío que había arrastrado por meses, derramando su bendición y su alegría en mí, haciendo que la prueba y el golpe fuesen superados, que la primera conclusión no fuese algo triste, sino una gran esperanza, esperanza porque significa que las puertas que se cerraron siguen siendo mis amigos, si es que todavía puedo llamar a alguien amigo, y que no siempre tengo que recurrir a las mismas puertas, existen montoneras de puertas que pueden ser mi alivio en el momento de angustia, puertas de esas que jamás consideré, ya no hay amigos verdaderos y de nombre, todos pueden ser mis amigos, todos pueden estar disponibles para mí o indispuestos cuando se les dé la gana, y si no hay un ser humano sobre la faz de la Tierra que me oiga, no importa, ¡pues tengo a Jesús que jamás me falla!

Dicho de otra manera, no estaban los que pensé que iban a estar, pude haber pensado que no tenía sentido la amistad si te fallan cuando más los necesitas, pude haber culpado a los que estaban detrás de las puertas por no ser recíprocos, pero no, Dios tenía una sorpresita preparada para mí, en la prueba alabé y hallé respuesta, gozo, bendición, descubrí que amigos hay por montones, sólo que duran un tiempo variable, pueden ser unos meses, una parte de tu vida o la vida entera, y que si unos están indispuestos, otros pueden estar dispuestos. Pues, en la cuarta puerta humana, otraa que ni siquiera había considerado, sí hallé algo semejante a una amistad, y claro, me hizo ver otra vez, que el hombre falla, pero Dios no.



Ariel Cruz

1 comentario:

TransFerrari dijo...

Siempre que tengas un problema, no olvides que yo, estaré ahí para ayudarte, no creas que todo está perdido. Cuenta conmigo, siempre cuando nadie más lo haga.

Saludos Amigo mio!

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