sábado, julio 30

¿Por qué quiero ser profesor?

Hace mucho tiempo que quería escribir una entrada como ésta, pero no había encontrado el momento propicio para hacerla. Pensé, incluso, en dejarla para algunos años más adelante, pues técnicamente una vez que salga de la Licenciatura en Historia puedo optar a continuar con Pedagogía (Profesorado), pero prefiero hacerla ahora.

En estos momentos de plena movilización estudiantil, con algo más de dos meses sin tener una clase o tener que estar sentado escuchando la cátedra de un profesor, comprenderán que el tiempo libre es mucho, es excesivo cuando se está en la casa y se va esporádicamente a alguna de las formas de movilización. Pues bien, todos sabemos que cuando hay tiempo libre, también hay tiempo para la reflexión y para la duda. Una de mis tantas dudas existenciales era si realmente quería continuar con mi carrera o preferiría ser Psicólogo. Y hoy, inconscientemente, gracias a cierta personita, logré responderme a cabalidad esa pregunta tan capciosa.

¿Por qué elegí (y quiero) ser profesor?

Razones las hay muchas. Con mis capacidades y mi puntaje en la PSU me daba para ser todo lo que podría interesarme. Tuve la opción de estudiar para ser abogado, cientista político, sociólogo, antropólogo, psicólogo, filósofo, estudiante de lengua inglesa, de literatura... y de haber trabajado más la prueba de Matemáticas -que reconozco, dejé de lado al escoger ser profesor de Historia- pude ser también economista, pero no, elegí Historia y quiero ser profesor.

Una razón es práctica. El psicólogo (infantil) trata los problemas conductuales o psicológicos que presentan ciertos pacientes, puede servir de figura guía y puede también ayudar a un niño para que cumpla sus sueños o se sienta más seguro tanto de sí mismo como dentro de la sociedad que le rodea. No obstante, tiene un problema de alcance. Sólo podrá ayudar a quienes acudan a él (y quienes puedan pagarle). Un profesor tiene mayor alcance, no tiene una decena de niños a quienes guiar, son decenas y hasta cientos de estudiantes, y todos sabemos que, en la práctica, un buen profesor con verdadera vocación puede marcar muchas más vidas que un psicólogo.

Otra de las razones tiene que ver con mi experiencia de vida. En el Instituto Nacional aprendí a conocerme y a explotar al máximo los dones que se me dieron. Si pude hacerlo no fue precisamente por el colegio en sí, sino porque ciertos profesores me instaron a ser más, a sacar lo mejor de mí mismo, a cultivar esos talentos, a hacer cosas productivas con ellos. Y de la misma forma en que ellos me ayudaron a ser feliz al valorarme, al apoyarme para ser más y al apoyar a otros tantos, yo quiero hacer lo mismo con las generaciones posteriores, o más que eso, con los niños.

Para mí, los niños no son alumnos, son estudiantes. Y yo no soy tampoco un maestro que se sienta a dar cátedra y establece un diálogo unilateral, pues ellos aprenden de mí y yo de ellos. Está en las manos de nosotros, los profesores, el futuro no de un país, no de un colegio, está el futuro de esos niños, de esos adolescentes. Están en nuestras manos todos sus sueños, sus frustraciones, sus deseos, sus proyecciones.

Mucha gente tiende a ser derrotista o pesimista y cree que no se pueden cambiar las cosas, que no se puede cambiar la sociedad en que vivimos por una más justa y más digna, y creo que tienen razón, a menos que se produzca un cambio sociopolítico abrupto (léase Revolución) no va a pasar. No obstante, eso no es motivo para dejar de creer que es posible cambiar el mundo.

Para mí, con cambiar el mundo de una persona me basta, con que deje de pensar en la resignación y en el fracaso para que descubra las virtudes que tiene y se sienta capaz de hacer algo útil por sí mismo me basta. Me basta con cambiarle el switch a alguno de mis alumnos, para que descubra sus capacidades, para que las explote, para que sepa que puede cumplir sus sueños, que puede cumplir sus metas... si se lo propone y se compromete a ello. Sé que el mundo real es difícil y que, normalmente, tendemos a chocar contra la pared.

Bielsa lo señala:
"Nosotros deberíamos aclararle a la mayoría que el éxito es una excepción. Los seres humanos de vez en cuando triunfan. Pero habitualmente desarrollan, combaten, se esfuerzan, y ganan de vez en cuando. Muy de vez en cuando." ... pero ahí está el tema. Yo no quiero enseñarles que deben ganar, quiero enseñarles primeramente quienes son, cuáles son sus capacidades y a no rendirse ante la adversidad, a ser tenaces, a ser fuertes, a ser valientes, a ser dignos. Me importa un carajo si sacan o no puntaje nacional en Historia -aunque, si me tocase hacer un preuniversitario, ÉSE sería mi objetivo- sino que se aprendan a valorar, que tomen conciencia de que no deben resignarse a la derrota antes de luchar una batalla, que deben luchar por lo que consideran justo y deben ser consecuentes consigo mismos.

Retomando a Bielsa, los profesores no somos profesionales cualesquiera, somos líderes y debemos serlo porque trabajamos guiando a quienes enseñamos. Comprenderán que la similitud entre un profesor y un entrenador de fútbol es bastante singular -haciendo algunas salvedades- pero no deja de ser cierta.

Un futbolista argentino, el Kily González, hablaba así de don Marcelo Bielsa, quien por cierto es una de las pocas figuras mediáticas a quienes respeto y admiro. "
Es que Marcelo fue el técnico que sacó lo mejor de mí. Bielsa me convertía en un crack. Explotaba todas mis cualidades y mejoraba mis defectos. Me dio lo que me faltaba como jugador. Buscaba la perfección. Y eso que la perfección no existe... Pero él la buscaba igual. El te exigía a full. El ejemplo está en Ariel Ortega. ¿Cuándo lo viste al Burrito corriendo por toda la cancha a Roberto Carlos? Bueno, Bielsa lo logró. Equivocado o no, convenció a un montón de monstruos de su estilo de juego. Y te hablo de nenes como Batistuta, el Cholo Simeone, Sensini... Y encima era buena gente. Bueno, yo puedo estar hablando tres horas de Marcelo Bielsa... Fijate que no hay jugador que te hable mal de él. Yo lo admiro, marcó una época e hizo historia, porque ganó los Juegos Olímpicos. Que no dirija es una pérdida para el fútbol argentino". Eso quiero hacer yo, quiero demostrarles a mis estudiantes que sí son capaces, que se la pueden, que pueden ser los mejores, que haré hasta lo imposible para que lo sean y daré todo de mí en la sala de clases para que ellos sean felices.

Un buen profesor marca vidas, puede enderezar el camino de algún estudiante descarriado, puede apoyar a algún estudiante que se sienta débil, puede ser incluso hasta el segundo padre y ser un confidente. Un buen profesor no es el que te entrega conocimientos, es el que te hace un mejor humano, el que te da valores, el que te enseña a ser íntegro, el que te corrige cuando estás mal, al que le importan sus estudiantes, un buen profesor es aquel que saca lo mejor de sus estudiantes y les insta a superarse.

En resumidas cuentas, quiero ser profesor para que mis estudiantes logren realizarse como personas, para que cuando salgan del colegio sepan quienes son y sepan cuáles son sus capacidades y qué es lo que quieren ser; para que tengan opinión propia y no les metan el dedo en la boca; para que tengan pensamiento crítico y no se dejen llevar como ovejitas por el rebaño; para que el día de mañana sean buenos padres, buenos profesionales y puedan legarle algo positivo a sus hijos.

Podría dar muchas otras razones más, pero ésas son las principales. Lo decidí hace poco más de medio año, antes de dar la PSU, y confirmo mi decisión. Seré profesor y no seré uno cualquiera, me esforzaré por ser el mejor, no para mi orgullo o mi curriculum, sino para mis futuros estudiantes.

Gracias y espero estar a la altura de tamaño compromiso.

Ariel Cruz Pizarro

1 comentario:

Guido Muttarelli dijo...

Es ciertamente estimulante tu entrada Ariel, sobre todo para aquellos que queremos dedicarnos a la educación y poner la pasión allí. Creo que nada puede lograrse sin vocación, esfuerzo y pasión. Es cierto que no todos los profesores lo hacen, pero ciertamente se nota cuando tienen un alto nivel de compromiso con su tarea.
Es nuestro deber formarnos como los mejores, resignando a veces mejores sueldos y oportunidades para hacer algo para que nuestra sociedad cambie.
Una de mis profesoras este año, que imparte "Psicología del Desarrollo y del Aprendizaje", es además de Profesora en Ciencias de la Educación, psicóloga clínica. Créeme que su mirada es súper enriquecedora. Ella se para desde el mismo lugar que tú, el Constructivismo. O sea, la tradición que tiende a priorizar "sacar" cosas de los niños antes que "ponerlas". Espero poder yo también estar en esta senda y estar a la altura de la gran misión que me he propuesto.

Un gran saludo, Guido.

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