sábado, diciembre 12

La vida - Desahogo

Antes, pedía porque llegaran dificultades a mi vida, para probarme a mí mismo, probar mi fe, probar mi esperanza, ver qué tanto lograba aguantar, si aquel muchacho bondadoso lo iba a ser aún en la adversidad. Y hoy, no sé si he aprobado el examen.

La vida no te da las cosas que quieres a menudo, pero no porque quiera negártelas, sino porque aún no se está preparado para recibirlas. La vida nos da lo que necesitamos, ya sea para nuestro proceso de formación, como para sentirnos mejor.

Si el año pasado, mi búsqueda era encontrar personas con las cuales compartir, con mis gustos, alguien con quien socializar, la pertenencia a un grupo, sentirme parte de algo, hoy es buscarme a mí mismo, y tener paz. El resto, son excusas, son lujos, son cosas que aún no requiero.

Todo partió desde mi gira de estudios, hasta antes de subirme a ese hermoso Busscar, me estaba consagrando para Dios, venía recientemente bautizado, leía todos los días la Biblia, anotaba los pasajes que más me llegaban, los estudiaba, pero no por rigor, sino por gusto. Tenía, en aquel entonces, una paz enorme, sentía que estaba en el camino correcto, en el momento preciso. Jamás creo yo, ni siquiera en mi primer beso, me había sentido tan... realizado, tan completo. Pero en la gira, aunque no hice nada malo, sí no logré mantener esa rutina de leer la Biblia todas las noches, tampoco de estudiarla -y me inventaba excusas, pero todos sabemos que las excusas sólo son falta de voluntad. Mi verano fue una caída lenta, sabía que me estaba cayendo al precipio. Suponía, en ese entonces, que mi curso podría ayudarme, que iban a ser personas amables, con las cuales podía compartir mi visión de las cosas, y también que podían ayudarme a levantar ese proceso, a darme ánimos. Pero eso no fue así.

Llegué el primer día sin mayores expectativas, nunca me las hago. Y en vez de encontrarme con un curso parecido al mío, me encuentro personas con posturas políticas hiper definidas, casi como encasillados. Ateos varios -no es defecto serlo, algunos que descalificaban la religión siendo que ni siquiera conocen cómo funcionan las religiones por dentro, un directo choque contra lo que necesitaba. Mi sonrisa se fue apagando con el tiempo. Tal como describí con la metáfora de la maquinita, me sentía lleno de choques, súper triste. Me daban pena mis compañeros, porque se burlaban de Dios siendo que ni siquiera lo habían conocido o intentado conocer más a fondo, porque Dios no es una iglesia, no es un edificio, no es sólo una palabra. Y me daban más pena porque tenían tantos problemas, ni siquiera me fijaba tanto en los defectos -aunque sí los hice notar acá, y no podía ayudarlos en nada, sentía que no era (y es) mi mundo, que no les podía contar que Dios sí tenía la llave para solucionar sus problemas, que la palabra de Dios sí dice cosas verdaderas, me tratarían como un loco, en el fondo, sería lo que es un profeta, alguien odiado por la sociedad. Pero más que tener miedo a que la sociedad me odiara (de hecho, nunca me ha importado que me odien), sabía que si lo hacía de esa manera al final ellos jamás se acercarían a Dios y terminarían alejándose al ser yo de una posición tan crítica y tan definida.

Sentí rabia con ellos, no por su posición, toda posición es válida. Sentí rabia, pues no conozco tanto la pena, automáticamente mi alma procesa el sentimiento de pena y lo transforma en ira. Ira que reprimo, ira que no sale a la luz, ira que me trago como un niño traga una mentita. Tuve la grandiosa idea de cambiarme de curso, quería irme de ese antro de la perdición, pues académicamente mi curso vale hongo. Los compañeros que tengo -que le llegue el palo al que le llegue- no se preocupan por nada serio, sólo piensan en huevear y si tienen problemas ni siquiera se plantean superarlos. ¡Adónde cresta van a llegar así! Pero prosigo, no quiero desviarme de tema.

Hasta mediados de año tenía un equilibrio, pues no estaba tan rayado con los medios de transporte (que son la solución parche, el escape ante tanta mierda que escucho todos los días en mi adorado curso). Me declaré un anti-humanista, no porque quiera eliminarlos, sino porque si el humanismo significa andar siempre viendo el vaso medio vacío, provocar angustia-tristeza-dolor-rabia-impotencia en las personas que me rodean, ser alérgico a las matemáticas y no tener ganas de superación, ser un inútil, que pasa leyendo adorando a los escritores cuando son simples seres humanos y ser un ateo que no cree en nada... entonces yo prefiero ser un indeciso, alguien sin patria, sin pertenencia a nada, que sólo cree en sí mismo, en Dios y en las personas que cree valen la pena. Porque pucha que es esperanzador llegar un lunes en la mañana y ver cómo matan animales, cómo matan bebés en gestación (y dicen que debe ser legal, puaj) y que el ser humano tiene la "libertad de decidir"... cuando con suerte decide cuándo ir al baño.

Mi homeostasis se rompió, me afané con los medios de transporte porque nadie se interesaba en mí. Miento, si hay personas que se interesaban, pero no supieron leerme los ojos. Cuando necesité de un amigo, busqué a aquellas personas que hace un par de años no más se decían mis mejores amigos, personas con las que tenía muchísima confianza, pero ya no era lo mismo. Toqué sus puertas y nadie me abrió.

Ningún hueón me abrió la puerta cuando más los necesitaba. Cuando necesitaba que me dijeran "estoy contigo", me dejaron solo. Y ahí me quedé, el de abajo me andaba leseando que la humanidad valía callampa, que la vida no tenía sentido si nadie podía acompañarme en las derrotas, si nadie era capaz de darse cuenta de lo mal que estaba (aunque la profe Paulina sí percibió algo). Pero hallé una salida, gracias a mi amigo conductor (don Cristián) logré sostenerme durante meses, porque -aunque él quizás no tenga idea- conversar con él de la vida, de Dios y de las cosas cotidianas me hacía sentir mejor, ni siquiera me sentía escuchado porque no hablaba de mis problemas, pero me hacía sentir acompañado, alegre. Igual después terminé cayendo igual, pero apaciguó harto la caída, y para cuando me encontraba en el piso, con los ojos rojos de pura sangre y rabia, gracias a una de sus frases logré salir.

Todos esos amigos de antes, ¡paf! Váyanse a la chucha, ya no cuento más con personas para esas situaciones. De ahora en adelante, puro Jesús, porque Él nunca abandona a los demás, los seres humanos sí. (Eso mantengo hasta ahora, con algunas excepciones de nuevas amistades) Logré socializar, más adelante, con varias personas de transportes, algunos compañeros de curso, por lo que empecé a sentir cierta estabilidad. Pero todo, acompañado de esa sensación horripilante de tener una carga en la mochila, en la mochila de la vida. De sentir mi alma presa a este mundo, a las tristezas-rabias-oscuridades que me ofrece esta esfera polvorienta. Soñé con liberarme, con sentir alas como un ángel y volar hacia Dios, alejarme de todo, porque una vez que me dejaron solo me dí cuenta que no los necesitaba.

Quisiera poder hacerme transparente, tomar mi alma y curarla, sea cual sea el tiempo que requiera, tomar esas piedras que tanta carga me hacen y sacarlas una a una, liberarme de todas esas presiones, de todas esas amenazas a mi fe. Y ahora, ahora voy a dar la gran batalla. Porque me tuviste en el suelo, pudiste haberme hecho llorar hasta lo más profundo, a fin de cuentas descubriste muchas de mis debilidades, pero no lograste vencerme, una mano te detuvo cuando ibas a dar la gran estocada, y ahora, esa misma mano es la que me levanta, mano que no es humana, mano invisible, mano maravillosa.

Oh cúbreme de tu luz, sácame de la tiniebla, manda un águila para que me saque del valle de las lágrimas, y si es que todavía me queda tiempo acá, bríndame una cantimplora para tener agua, deja una espada en el camino para tomarla y luchar, luchar hasta el final. Porque no me rendiré, y menos sabiendo que esta vez voy hacia lo correcto. Olvidaré la brújula, la dejaré al lado de mi memoria, porque de ahora en adelante, muevo mi corazón para que tú lo guíes, restáurame, quiero volver a ser el mismo de antes.

Ariel Cruz - 12/12/2009

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