martes, junio 26

Necesidad de replanteamientos

Las cosas cambian, nunca terminamos de cambiar ni tampoco somos los mismos que ayer o hace un mes. Al igual que el paso del tiempo, la consecución de estos cambios también es gradual, progresiva y abstracta, por no decir invisible.

Hace años pensaba que una amistad podía ser para siempre o que podría ser trabajada para ser así, otros años pensaba que la gente era como pasajeros en un bus, que irremediablemente algún día tendrían que bajarse y para hacerse menos problemas, lo ideal era no apegarse tanto a ellos. ¿Y ahora? No sé, realmente no lo sé, pero tampoco es algo que quiera preguntarme, o que me parezca urgente.

La necesidad de definirse, de plantearse un problema y llegar a una conclusión o algo parecido, viene también con la idea de ser consecuente, de tener un ideal, un principio, alguna regla en la cual ceñirse, no ir en zig zag adónde me lleve el viento ni en la cresta de la ola, ir adónde quiero ir. Pero, ¿y si no quiero definir eso aún?

Hay cosas que aún no deseo cuestionarme, es probable que vaya a ser necesario hacerlo en un momento crítico, pero ¿qué no es lo mismo que pasa con las coyunturas críticas?, ¿qué no es lo mismo que dejar que se acumule un cierto peso histórico hasta que el tema reviente y sea necesario hacer un cambio?. ¿Por qué no anticiparse y hacerlo antes?, ¿por qué no ir a la vanguardia como siempre y adelantarse a los cambios? 

Tengo esa necesidad de replantearme ciertas cosas, no es que en este momento esté viviendo un proceso de cambio vertiginoso, pero ciertamente no me puedo quedar pensando en que "debería dejar de reforzar tanto ciertos lazos (por el miedo a que algún día se vayan y los tenga que extrañar)" cuando ya lo hice, ya estoy atado, ya me acostumbré a tenerlos en mi vida. Es cierto que las personas cambian, y que la metáfora de que "un clavo saca otro" es relativamente cierta. 

Por una parte, todas las personas cumplen una cierta función en la vida de las otras (llámese como sea esa función: pololeo, amistad, compañía, conocidos, lazo familiar, etc, etc, etc, etc, etc, etc) y aunque unas personas se sientan más cómodas dentro de una que de otra, eso no las limita para cumplir su función y tener un buen desempeño. 

No obstante, cada persona es también un mundo; un mundo enorme, complejo y realmente hermoso, muy variado. Nuestra propia identidad es permeable también a lo que compartamos con otras personas, son las relaciones interpersonales las que terminan enriqueciendo nuestros mundos y enseñándonos más cosas, tanto acerca de la realidad que nos rodea como de nosotros mismos. Por poner un ejemplo más claro, ¿no les ha pasado que tras compartir con una persona, también adoptan ciertas costumbres de ella o se adaptan al carácter de esa persona y, a su vez, esto les sirve para relacionarse con gente parecida? Son cambios que no siempre son visibles, pero el hecho de usar ciertas palabras, de leer cierto lenguaje corporal, de expresarse de una manera diferente, son cosas que hacemos por imitación.

Dentro de esta lógica, lo que mi linda y peluda cabecita tendrá que pensar es cómo congeniar esta inherente necesidad humana de relacionarse con otras personas con ese temor a lastimarse, esa noción de desapego, de que algún día tendrán que irse y los extrañaré, querré tenerlos presentes y no estarán. Podría recurrir a la salida de vivir el día a día, de vivir el momento, de crecer preocupándome de ser feliz cada día de mi vida -que, en parte, es lo que he terminado haciendo- pero, es raro para una persona como yo el moverse sin una hoja de ruta clara, al menos en esta cosa de las relaciones interpersonales.

Se podría partir por desterrar ese miedo, dejar de pensar porque una vez me apoyé demasiado en una persona y ésta se fue, que esto se repetirá, creer ingenuamente en que no volverá a pasar, pero nadie con dos dedos de frente se inclinaría a suprimir o borrar ese miedo del todo. Otra solución posible, podría ser volver a apoyarme en ciertas personas, volver a tener una mano derecha que me apañe en esas cosas sensibles y difíciles de hablar, y contar con el resto de puñados de conocidos para resolver los problemas más básicos (o más entretenido aún, inventarles que tengo problemas para que se sientan útiles e importantes). ¡Oh wait! Ya he estado haciendo eso último, tomé esa vía inconscientemente.

Creo que todo lo escrito anteriormente no tiene gracia, dado que ya tomé una solución. Pero, ¿y es la mejor? Tarde o temprano, tendré que desnudar mis sentimientos ante alguien. Hay que separar ciertas aguas, en una escala de información sensible, me da igual que la gente sepa mi nombre, me parece una anécdota que sepan algunos de mis gustos, me causa gracia que se tomen el tiempo de hablar conmigo (aunque sea para repetir el clásico diálogo de que ambos estamos bien y vivimos un mundo de fantasía después de la pregunta "¿cómo estás?"), me da seriedad que otras personas sepan lo que realmente hay en mi cabeza y hasta me preocupa un poco, pero reconozco que... por mí, ojalá nadie supiese nunca de mis sentimientos.

¿Por qué no? Preferiría no responder esa pregunta, pero es un tema que complica. Más allá de la pregunta sobre qué haré con las amistades que estoy empezando a cultivar y cómo lo haré para proteger aquella información que con celos guardo, bien de fondo, también está la pregunta eterna sobre la pareja. ¿Qué es lo que realmente quiero de una pareja? ¿Estoy dispuesto a enfrentar mis temores y aquellos fantasmas que a veces se me cruzan? Mejor dicho, ¿lo estaré en el corto, mediano o largo plazo? ¿Qué pasa si esa persona llega, toca mi puerta y yo estoy duchándome recién sin siquiera escuchar la puerta? 

No creo en personas perfectas, no creo en princesas, no quiero una mujer que me resuelva todos los dilemas de mi vida, tampoco quiero una mujer que sea mi media naranja, ni mi media pera, ni tampoco mi otra mitad exacta, y no lo quiero porque no me hago las expectativas de eso. No quiero una mujer que crea que soy un príncipe azul, y que le voy a salvar el pellejo todas las veces que se meta en un problema, ni tampoco que voy a ser el más romántico de los románticos de sus pololos ni ninguna wea de esas, por un tema muy simple, son re pocas las mujeres que piensan así y las que lo siguen pensando, son generalmente inmaduras.

Soy bien pesimista hasta cierto punto, pero preferiría llamarlo "realista" para usar un eufemismo y cubrir esa carga negativa. No obstante, pese al texto anterior que en realidad no sirve de nada pues dice, en otras palabras, dice que quiero una mujer aterrizada al menos en esa área (¿y vamos? algo de cordura tengo, sé con quién podría meterme y con quién no).¿Por qué tan ambigua y básica la definición? Porque sé lo que no quiero, pero en realidad, con la experiencia que he tenido, sé que me puede gustar un amplio espectro de personalidades femeninas, mundos femeninos y de características. Lo único que termina siendo una variable común es que son personas con una carga de identidad fuerte, que si tú les preguntas: ¿quién eres? te pueden dar una respuesta coherente, no un balbuceo ridículo. Dentro de ese cargo de carga de identidad fuerte, generalmente son personas que hacen lo que quieren, pese a que otras personas podrían criticarlas o chaquetearlas por seguir sus ideas (aunque claro, no todas cumplen esa regla).

El punto, al final termina siendo más simple de lo que pareciese. ¿Quién más podría entender a alguien que persigue sus sueños si no otra persona que también los persiga?, ¿Quién puede ser más admirable -sin tampoco menospreciar a otras personas muy heroicas anónimamente- para un buscador de sueños que otra persona que también los busque? ¿Quién más podría inspirar a alguien a buscar sus sueños si no un igual? Lo dejo en eso, suficiente por hoy.

1 comentario:

Camilo Vega V. dijo...

A pesar de tu postura de mantener para ti mismo tus sentimientos, agradezco que compartas aunque sea una mínima parte de estos aquí. Espero que logres encontrar respuestas a todas estas preguntas :).

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...